Desde el punto de vista
personal, lo mejor de acudir a cursos de formación continuada como el Seminario
de Podología Infantil al que asistí hace algunas semanas es reencontrarse
con antiguos compañeros. Es la misma sensación que con los buenos amigos. Parece
que fue ayer cuando estudiábamos juntos en la Escuela de Podología de la
Universidad Complutense de Madrid hace ya 20 años. En esta foto me acompañan
Francisco Javier, Gema, Marta, Raquel y Antonio - ¡no pasa el tiempo por ellos!
A nivel profesional, son
muchísimas las ventajas. Más aún cuando el profesor es Roberto Pascual, una
referencia en el campo de la podología pediátrica que hace unas semanas copaba
la atención de los medios por un estudio en el que alertaba de las
consecuencias de que los niños abusen de los deportivos con ruedines. El
impacto sobre el pie es parecido al que tendría enviar a los niños al colegio
con un tacón de cuatro o cinco centímetros, para que os hagáis una idea.
Dejando este informe a un
lado, voy a hablaros de uno de los temas más interesantes que discutimos en el
encuentro, los nuevos enfoques para abordar el pie plano infantil, que
constituye uno de los principales motivos de consulta en niños.
Poniendo
el acento en la funcionalidad
El pie plano se caracteriza
por el descenso o la ausencia del arco en la planta, entre otros rasgos. Como el resto de la
estructura del pie, el puente se forma durante la infancia. Un dato curioso es
que en los primeros años de vida la acumulación de grasa en esta zona da una
falsa apariencia de pie plano. Se considera que a los ocho años el pie ha
alcanzado el 80 por ciento de su desarrollo, y por tanto, ha desarrollado la
mayor parte de su puente.
Hasta hace poco, el principal
criterio para aplicar un tratamiento en niños por pie plano, que consistía en
plantillas correctoras y ejercicios combinados para favorecer su formación, se
basaba en el análisis de la huella, poniendo el foco en la estructura del pie. De
este modo, prácticamente el cien por cien de los niños que acudían a las
consultas se trataban con plantillas y si nos remontamos más atrás, con calzado
ortopédico.
A día de hoy, el foco está en
la funcionalidad, en ver si esta ausencia de puente interfiere en la función
que debe realizar el pie.
Por este motivo, la pauta es
realizar un análisis completo que comprende diferentes test para valorar su
tipología y grado de flexibilidad y evaluar el comportamiento del pie en un
estudio dinámico que permita observar su repercusión durante la marcha.
De algún modo, se espera que,
en función del tipo de pie plano y siempre que no haya un impacto sobre la
marcha, vaya desarrollando su puente de manera natural, algo que, por otra
parte, no siempre sucede.
La justificación de estas
decisiones, tal y como recordó Pascual durante la jornada, es que hasta la fecha no existe
evidencia científica sobre la efectividad del tratamiento con plantillas en el
desarrollo del puente en los niños. Es decir, no se han realizado ensayos
científicos rigurosos sobre este tema, lo que no quiere decir que en la
práctica no tenga ningún efecto. Como tampoco se han llevado a cabo estudios
que puedan probar los beneficios de realizar ejercicios pautados (caminar de
puntillas o de talones) sobre el pie plano en niños, según indicó el experto.
Para qué sirven las
plantillas
En cualquier caso, hay que
tener en cuenta que cuando el profesional prescribe una plantilla para pie
plano no existe como único objetivo forzar el desarrollo del puente. Lo
habitual es que se corrijan a la par otras alteraciones asociadas, como el genu
valgo de rodillas (piernas en x), normal hasta los seis años, y otro tipo de
manifestaciones en la pisada.
Además, cuando es necesaria,
una plantilla bien diseñada reparte cargas y permite alinear la estructura ósea
del pie, lo que favorecerá posteriormente un desarrollo muscular equilibrado.
Si la musculatura evoluciona sobre un pie deformado, por ejemplo, se pueden
generar problemas posturales.
Señales de alerta
Ante un pie aparentemente
plano, y en cualquier caso, a partir de los tres años los padres deben estar
atentos a determinados signos: caídas frecuentes, desgaste anómalo del calzado,
cansancio, excusas para evitar la práctica deportiva y, sobre todo, dolor. En
estos casos, previo paso por el pediatra, mi consejo es consultar también con
su podólogo, que determinará si el pie plano precisa o no tratamiento y de qué
tipo.
Atendiendo a estos criterios
funcionales, alrededor del 45 por ciento de los niños que acuden con este problema
a la consulta salen sin tratamiento, pero siguen en observación para valorar
cómo evoluciona el desarrollo del puente en los meses siguientes.
En otros casos, el
especialista prescribe unas plantillas para mejorar la pisada y favorecer un
desarrollo adecuado del pie.
Apenas entre el cinco y el
diez por ciento de los niños con pie plano precisará tratamiento quirúrgico,
pero esa realidad también existe y hay que incidir en la detección precoz de
estos casos.
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